Hay un grafista prestigioso en Estados Unidos cuya especialidad es el diseño (y rediseño) de cabeceras de periódicos y revistas. Algunos de sus trabajos tiene la virtud de la invisibilidad: retoca detalles casi imperceptibles de un logotipo y lo actualiza sin que los lectores lleguen a ser conscientes de la mejora. Esa es su habilidad. El tipo se llama Jim Parkinson y si visitáis su web podéis comprobar la enorme lista de cabeceras que han pasado por sus manos.

Diseñar la cabecera de una publicación es un arte lleno de sutilezas. Elegir una tipografía, un color o un tamaño tiene implicaciones estéticas, pero también editoriales, empresariales y de márketing. Una tarea llena de obstáculos y dificultades: cumplir el trabajo está a merced de las opiniones de mucha gente con mando en plaza y, en ocasiones, pocos conocimientos de diseño. Es la parte más noble del periódico, pero no es raro que se convierta en un marrón laboral o en uno de esos muñecos rotos que intentan contentar tantas opiniones que acaba transformándose en un engendro gráfico. Tampoco es raro que, después de meses de trabajo, y por arcanos del márketing, la opción finalmente publicada se haya diseñado en un día y a última hora.

Otra cosa curiosa con las cabeceras: a pesar de las muchas inspecciones y revisiones que acompañan su proceso de diseño, no están exentas de errores. Aunque sean mínimas perversiones técnicas que sólo escandalizan a los diseñadores más exquisitos.

Tengo tres ejemplos (recogidos en los últimos meses) de cabeceras de periódico que han salido a la calle con pequeñas incoherencias gráficas, en este caso de interletraje. Habrá quien juzgue que hay que estar enfermo para reparar en semejantes nimiedades, todo hay que decirlo. Error: el kern es muy puñetero.

Para que nadie se ofenda: la primera es la del periódico-que-me-da-de-comer. En enero cambiamos el formato de la publicación y el tamaño del logo. También aprovechamos para corregir el exceso de espacio entre la «b» y la «l» y entre la «i» y la «c». [Pinchen ustedes para ampliar]

También el rediseño de Levante salió a la calle con un pequeño error de inteletraje que fue corregido un par de días después: la «v» y la «a» estaban demasiado lejos.

Y, finalmente, a la cabecera de El Mundo se le divorció la «o» final cuando lanzaron su rediseño, hace unos meses. Ahí sigue.

Moraleja: por mucho que revisemos nuestros diseños en busca de errores, y por mucha gente que participe en el proceso de diseño, los errores son inevitables. Moraleja 2: en todas partes cuecen habas gráficas.